Qué ha pasado con el terremoto en Rusia, que consecuencias puede tener y como se forman los tsunamis

Qué ha pasado con el terremoto en Rusia, que consecuencias puede tener y como se forman los tsunamis

Mike Munay

El mundo amaneció ayer con un sobresalto: un terremoto brutal de magnitud 8,8 sacudió el Pacífico, entre Rusia y Japón, cerca de la península de Kamchatka, y encendió las alarmas de tsunami en varios países. El temblor se produjo a una profundidad aproximada de 21 kilómetros bajo el lecho marino, un detalle que marca la diferencia. Los terremotos más superficiales (entre 0 y 50 km) son los que generan tsunamis más peligrosos porque el desplazamiento del suelo marino se transmite de forma más directa a la columna de agua, empujándola con mucha más fuerza. Cuando el sismo ocurre más profundo, la energía se dispersa antes de llegar a la superficie y el impacto sobre el agua es mucho menor. En este caso, la combinación de una magnitud enorme y una profundidad relativamente baja hizo que el fondo marino se moviera de manera abrupta, elevando y hundiendo grandes bloques del lecho oceánico como si fueran piezas de un pistón gigante.

En las costas rusas más cercanas al epicentro ya se vieron olas de hasta cuatro metros que avanzaron tierra adentro unos 200 metros, arrasando muelles y dañando puertos locales. Estamos hablando de un monstruo sísmico: el sexto más fuerte registrado en el planeta desde 1900. La energía liberada mantiene en vilo a decenas de comunidades costeras a lo largo y ancho del océano. Las autoridades reaccionaron con la velocidad que exige un escenario así. Japón activó de inmediato sus protocolos de emergencia y ordenó evacuar a casi dos millones de personas ante el riesgo de que olas de hasta tres metros golpeen su litoral. El Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico hizo lo propio, emitiendo avisos para más de quince países. Desde Kamchatka hasta Hawái y la costa americana, los sistemas de vigilancia no han parado un segundo. En Hawái, de hecho, las boyas y mareógrafos ya registraron las primeras olas, de poco más de un metro, tras recorrer casi 5.000 kilómetros desde el epicentro. La relativa poca profundidad del sismo permitió que la energía interactuara de forma muy eficaz con toda la masa de agua, propagando las ondas a velocidades que, gracias a la gravedad, alcanzaron entre 600 y 800 km/h, comparables a las de un avión comercial.

El epicentro del terremoto de Rusia
Fuente: USGS

Esto nos lleva a una pregunta que hoy está en boca de todos: ¿cómo puede un terremoto submarino generar olas capaces de cruzar medio planeta y golpear con tanta fuerza? Vamos a sumergirnos en la física que hay detrás de los tsunamis, pero no nos quedaremos ahí. Paso a paso, iremos respondiendo las preguntas más frecuentes sobre estos fenómenos: cómo se forman, por qué pueden viajar tan lejos sin perder fuerza, qué determina el tamaño de las olas y cómo los países intentan reducir su impacto. Porque entenderlos es el primer paso para aprender a convivir y sobrevivir ante una de las fuerzas más implacables de la naturaleza.

Cómo es posible que un terremoto en el océano genere consecuencias devastadoras como un tsunami a decenas de miles de kilómetros

Los tsunamis, también llamados maremotos, no son olas comunes impulsadas por el viento. Son auténticos desplazamientos de masas colosales de agua provocados por cambios repentinos en el fondo del mar. En tres de cada cuatro casos, el culpable es un terremoto submarino de gran magnitud, normalmente superior a 7,0, que ocurre a poca profundidad. Para que se forme un tsunami no basta con que el suelo tiemble: el sismo tiene que levantar o hundir bruscamente una gran porción del lecho marino en dirección vertical, empujando hacia arriba o hacia abajo toda la columna de agua que se encuentra encima. Es como si la corteza terrestre actuara de repente como un pistón gigantesco. Ese movimiento rompe el equilibrio del océano y, al intentar recuperarlo, la energía se transforma en ondas que viajan a través del mar. No todos los terremotos submarinos provocan tsunamis, pero cuando se combina una liberación enorme de energía con un desplazamiento vertical del fondo marino, el resultado puede ser devastador.

Una vez generado, el tsunami se expande en todas direcciones a través del océano como ondas de largo período y longitud de onda enorme. A diferencia de las olas normales, que solo involucran la capa superficial, un tsunami pone en movimiento toda la columna de agua, desde el lecho marino hasta la superficie. Esto le permite transportar energía a distancias extremadamente grandes sin disiparse significativamente. En el océano profundo, estas olas pueden tener cientos de kilómetros de longitud de onda pero apenas unos centímetros o metros de altura en la superficie, por lo que a menudo pasan desapercibidas en mar abierto. De hecho, los marineros en alta mar normalmente no notarían un tsunami al pasar bajo su barco porque la elevación es muy suave y amplia. Sin embargo, la velocidad de propagación es asombrosa: al desplazarse toda la masa de agua desde el fondo, la velocidad de la onda depende de la profundidad del océano siguiendo la fórmula v = √(g·D) (donde g es la gravedad y D la profundidad). A profundidades típicas de 4.000–5.000 m, esto se traduce en del orden de 600 a 800 km/h, comparable a la velocidad de un avión de reacción. Así, en solo unas pocas horas, un tsunami puede cruzar miles de kilómetros. Por ejemplo, las olas generadas en Kamchatka tardaron alrededor de 7 horas en alcanzar Hawái a mitad del Pacífico, y en unas 10-12 horas podrían atravesar todo el océano hasta Sudamérica.

El verdadero peligro de un tsunami aparece cuando sus olas dejan atrás el océano profundo y entran en aguas poco profundas, cerca de la costa. Al tocar la plataforma continental, la base de la ola “roza” el fondo marino y su velocidad cae en picado: de desplazarse a cientos de kilómetros por hora en alta mar, puede reducirse a unos 50 km/h cerca de la orilla. Pero ese frenazo no elimina su fuerza. La energía del tsunami no desaparece, simplemente se transforma: la enorme energía de movimiento que llevaba en el océano abierto se comprime y convierte en altura, haciendo que la ola crezca de manera súbita. En otras palabras, lo que en mar abierto parecía una ondulación larga y apenas visible se convierte, al llegar a tierra, en una auténtica muralla de agua. Una ola que apenas alcanzaba uno o dos metros en alta mar puede multiplicar varias veces su altura y elevarse a más de diez o incluso veinte metros, dependiendo de la forma y el relieve de la costa. En situaciones extremas, el resultado puede ser devastador: durante el trágico tsunami de Japón en 2011, algunas zonas canalizadas por valles costeros registraron alturas del agua que alcanzaron los 30 o incluso 40 metros. En el caso del evento de hoy, las primeras estimaciones apuntaban a olas de alrededor de tres metros para las costas más cercanas al epicentro, una cifra que coincide con lo que ya se ha observado en algunos puntos de Rusia.

Otro aspecto importante es que un tsunami no llega como una sola ola aislada, sino como una serie o tren de olas. La perturbación generada por el terremoto produce varias ondas que viajan consecutivamente. Por eso, tras el impacto inicial, pueden seguir llegando más oleadas durante varias horas. De hecho, la primera ola no siempre es la más grande, sino que olas posteriores pueden superar la altura de la inicial . Las autoridades suelen mantener las alertas activas al menos 3–6 horas después del primer impacto, hasta asegurarse de que pasó el peligro . Esta naturaleza múltiple de los tsunamis explica por qué, en protocolos de emergencia, se insiste en no volver a las zonas evacuadas demasiado pronto y permanecer en terreno alto hasta nuevo aviso. En resumen, un gran terremoto submarino puede desencadenar un tsunami capaz de atravesar océanos enteros rápidamente, camuflado en alta mar pero letal al llegar a las costas, donde libera toda su energía acumulada en forma de olas gigantes y sucesivas.

Preparación de los países ante el riesgo de tsunamis

Los devastadores efectos de los tsunamis han impulsado a los países con costas en zonas sísmicas a desarrollar medidas de preparación y alerta temprana cada vez más sofisticadas. Japón, por ejemplo, ha aprendido duras lecciones de eventos pasados (como el tsunami de 2011) y hoy día está blindado con avanzados protocolos de respuesta ante maremotos. Gracias a su sistema nacional J-Alert, que integra sensores sísmicos, boyas oceánicas, sirenas comunitarias y alertas instantáneas a teléfonos móviles, el país puede difundir avisos de evacuación masiva en cuestión de segundos. Este modelo se complementa con supercomputadoras que modelan en tiempo real el comportamiento de las olas, muros costeros en áreas vulnerables y una sólida cultura de simulacros comunitarios.

En la cuenca del Pacífico, Estados Unidos mantiene dos centros de alerta operativos 24/7 (el PTWC en Hawái y el NTWC en Alaska), apoyados por una cadena completa de boyas DART y mareógrafos que monitorizan en tiempo real el comportamiento del océano. Cuando se detecta una amenaza, las alertas se difunden mediante sirenas costeras y el sistema inalámbrico de emergencias WEA, que envía notificaciones geolocalizadas a los celulares. Chile, por su parte, tiene uno de los protocolos más estrictos del continente, coordinado por el SENAPRED y el SHOA, que activa automáticamente la Alerta Roja ante el riesgo de tsunami. En su litoral, las rutas de evacuación están claramente señalizadas y periódicamente se realizan simulacros nacionales que involucran a miles de personas, lo que ha mejorado la capacidad de reacción de sus comunidades costeras.

Perú, también ubicado en el Cinturón de Fuego del Pacífico, ha reforzado en los últimos años su sistema de alerta, liderado por el Instituto Geofísico del Perú (IGP) y la Dirección de Hidrografía y Navegación (DHN) de la Marina de Guerra, que funge como Centro Nacional de Alerta de Tsunamis. Estas instituciones, en coordinación con el Centro de Alerta de Tsunamis del Pacífico, emiten avisos inmediatos tras sismos significativos y coordinan evacuaciones a través de sirenas, radio, televisión y redes sociales. Además, se han incrementado los simulacros masivos y la señalización de rutas de evacuación en ciudades costeras como Lima, Ilo o Pisco, reforzando la cultura de prevención.

Otros países como Nueva Zelanda, Canadá o Indonesia también han invertido en sistemas avanzados: redes sísmicas integradas, alertas móviles, educación comunitaria y colaboración internacional bajo el marco de la UNESCO. Desde el trágico tsunami del Índico en 2004, el mundo ha comprendido que ningún sistema aislado basta: se requiere cooperación global, tecnología avanzada y una población entrenada para enfrentar estos desastres.

En todos los casos, la tecnología es clave: boyas DART para detectar variaciones de presión en el fondo oceánico, mareógrafos costeros, modelos computacionales en tiempo real e incluso herramientas de inteligencia artificial que predicen el comportamiento de las olas. Pero ningún avance técnico sustituye la educación preventiva: saber cómo actuar en los primeros minutos puede salvar miles de vidas. Los acontecimientos de hoy, con un mega-sismo que activó alertas de un extremo a otro del Pacífico, son un recordatorio de que vivimos en un planeta dinámico y vulnerable. Y que, aunque no podemos detener un tsunami, sí podemos prepararnos para que su impacto sea mucho menor.

Boya DART para detectar tsunamis

FAQs rápidas sobre tsunamis

¿Qué es un tsunami y en qué se diferencia de una “ola gigante”?

Un tsunami es una serie de olas provocadas por el desplazamiento masivo de agua, generalmente causado por un terremoto submarino. A diferencia de las olas de viento, el tsunami mueve toda la columna de agua (desde el fondo hasta la superficie) y transporta una energía mucho mayor.

¿Cómo y por qué se forma un tsunami?

La mayoría (alrededor del 75%) se originan por terremotos submarinos: cuando el fondo marino se eleva o se hunde bruscamente (magnitud ≥7.0 y poco profundo), actúa como un pistón que empuja toda la columna de agua. En segundos, esa deformación genera una onda de gran longitud que se propaga por el océano a gran velocidad. También pueden ser causados por erupciones volcánicas, deslizamientos de tierra o incluso el impacto de meteoritos.

¿Qué tan rápido y lejos puede viajar un tsunami?

En mar profundo, las olas alcanzan entre 600 y 800 km/h, similar a un avión comercial. Por eso pueden cruzar océanos completos en pocas horas, llegando a miles de kilómetros del epicentro con gran parte de su energía intacta.

Por qué casi no se perciben en mar abierto y en la costa se vuelven gigantes?

En aguas profundas, un tsunami puede medir apenas 50 cm de altura pero tener cientos de kilómetros de longitud, por lo que pasa desapercibido. Al acercarse a la costa, el fondo marino frena la base de la ola, comprime la energía y provoca que crezca hasta formar paredes de agua de 10–20 metros o más.

Cuánto dura un tsunami y cuántas olas tiene?

No es una sola ola: llega como un tren de olas que puede durar varias horas. Además, la primera ola no siempre es la más grande, por lo que el peligro se mantiene incluso tras el primer impacto.

Qué señales naturales pueden alertar de un tsunami?

Un terremoto fuerte en la costa, una retirada repentina del mar o un ruido similar a un rugido son señales claras para evacuar de inmediato, incluso antes de recibir una alerta oficial.

Por qué son tan peligrosos los tsunamis?

Porque combinan velocidad, alcance y energía: pueden atravesar océanos, arrasar kilómetros tierra adentro y destruir infraestructuras, con una fuerza incomparable a las olas comunes.

Podemos predecir un tsunami con antelación?

No podemos predecir el terremoto que lo provoca, pero sí detectar el tsunami en minutos con boyas, mareógrafos y modelos computacionales, ganando el tiempo necesario para evacuar y salvar vidas.

Qué hacen los países para protegerse?

Instalan redes de boyas DART, mareógrafos, sistemas de alerta temprana y entrenan a la población con simulacros y protocolos de evacuación. Japón, Chile, EE. UU., Nueva Zelanda y Perú son referentes en preparación.

¿Un tsunami puede ocurrir en cualquier parte del mundo?

Sí, aunque son más frecuentes en el Cinturón de Fuego del Pacífico, donde confluyen varias placas tectónicas. Sin embargo, también pueden darse en el Atlántico, el Índico o incluso mares cerrados si hay deslizamientos o erupciones.

Qué hubiera pasado si el terremoto hubiera sido en el mar de Japón?

El impacto habría sido mucho peor: el mar de Japón es más cerrado y las olas habrían llegado a la costa en cuestión de minutos, con menos tiempo de reacción. La energía se habría concentrado más en zonas pobladas, como sucedió en 2011.

¿Cómo funciona una boya DART?

Una boya DART (Deep-ocean Assessment and Reporting of Tsunamis) detecta cambios de presión en el fondo oceánico. Tiene un sensor anclado que mide la variación del nivel del mar y envía los datos a la superficie; la boya los transmite vía satélite a los centros de alerta para activar protocolos en minutos.

Ha habido tsunamis que cambiaron la historia?

Sí. El de 2004 en el Índico dejó más de 230.000 muertos y transformó la cooperación internacional en alertas. El de 2011 en Japón provocó la crisis de Fukushima y redefinió la política energética del país. Y el de Lisboa en 1755 marcó el rumbo político y filosófico de Europa.

Reflexión sobre la innovación científica

El terremoto de 8,8 que hoy sacudió el Pacífico nos recuerda una verdad incómoda: la Tierra sigue siendo un planeta vivo y dinámico, capaz de liberar en segundos una energía que supera a miles de bombas atómicas. Pero también nos demuestra algo esperanzador: la ciencia salva vidas. Detrás de cada alerta temprana, de cada evacuación oportuna y de cada simulacro, hay décadas de investigación y cooperación internacional. No podemos frenar la fuerza del océano, pero sí podemos entenderla y adelantarnos a ella. La diferencia entre la tragedia y la supervivencia, hoy más que nunca, está en el conocimiento.

Regresar al blog

7 comentarios

Me ha parecido excelente y muy ameno e interesante el artículo. Gracias!

Edurne

Excelente contenido.

Cecilia

Deja un comentario

Y se acabó el artículo :(

Esperamos que te haya gustado y que hoy sepas un poquito más de ciencia.

No te olvides de seguirnos en nuestras redes sociales para enterarte de cuando sale cada artículo nuevo.

https://www.linkedin.com/company/the-science-driven-company/

https://www.instagram.com/science.driven

https://www.tiktok.com/@science.driven

https://www.youtube.com/@Science.Driven