¿Qué es la fiebre y por qué es más alta cuando anochece?
Mike MunayCompartir
El reloj marca las 7 de la tarde.
Llevas todo el día arrastrando ese malestar típico de una gripe. Te duele la cabeza como si hubiera un DJ dentro de tu cráneo probando los graves, tienes escalofríos sin motivo y la fiebre ha ido coqueteando contigo entorno a 37,5º todo el día. Molesta, pero tolerable.
Hasta que empieza a caer la noche.
De repente, sin previo aviso, sientes que algo cambia. Te arde la piel. La temperatura sube y sube como si tu cuerpo hubiera activado un modo horno. Miras el termómetro: 38,6º. ¿Perdón? ¿Qué clase de broma inmunológica es esta?
“Ya sabes que a esta hora siempre sube la fiebre”, te dice alguien con la naturalidad de quien te recuerda que a partir de las seis los bares ya sirven churros. Y claro, tú te preguntas: ¿Y por qué demonios es siempre por la tarde-noche? ¿Qué tiene la oscuridad que a nuestro sistema inmunitario le da por volverse dramático? ¿Acaso mi cuerpo sabe que hora es?
Pero antes de contarte por qué la fiebre se dispara cuando el sol se esconde, hay una pregunta todavía más importante…
¿Qué es la fiebre y para qué sirve realmente?
La fiebre no es un enemigo… es una estrategia. Cuando tu temperatura sube, no es porque el virus esté cocinándote desde dentro. Los virus y las bacterias no tienen ni horno ni termostato. Es tu propio cuerpo quien, al detectar la amenaza, decide subir el termómetro como si estuviera diciendo: “Vale, si quieres guerra, la vas a tener… pero en modo extremo".
La fiebre es un arma contra las infecciones, no es algo malo para nosotros, pero el hecho de tener fiebre, es un indicador perfecto de que algo está pasando dentro de nuestro cuerpo y como todo arma, también puede volverse contra nosotros, de ahí la importancia de luchar para controlarla.
La fiebre es una respuesta de defensa. Una orden que sale del hipotálamo, la parte del cerebro que controla tu temperatura. Este centro de mando tiene un punto de ajuste como el valor que marcas en tu aire acondicionado. Cuando un patógeno entra en escena, el sistema inmune libera unas moléculas mensajeras llamadas pirógenos (como las interleuquinas IL-1, IL-6 y el famoso TNF-α). Estos mensajeros viajan al hipotálamo y le dicen: “Oye, sube el nivel, que aquí hay enemigos”.
El hipotálamo obedece y activa un conjunto de reacciones para elevar la temperatura corporal:
- Vasoconstricción: se estrechan los vasos sanguíneos de la piel para que pierdas menos calor. Por eso tienes frío y temblores al empezar a subir la fiebre.
- Escalofríos: tu cuerpo contrae los músculos para generar calor extra. Un crossfit inmunológico involuntario.
- Aumento del metabolismo: tus células queman más energía, como si pasaran de modo ahorro a modo turbo.
- Cambios hormonales: se activan hormonas como la prostaglandina E2, que intensifican y mantienen esa subida.
Todo esto hace que tu cuerpo pase de 36,5–37ºC a niveles más altos. ¿Y con qué objetivo?
Quemar al enemigo
La lógica evolutiva es simple: muchos virus y bacterias funcionan peor cuando hace calor. A temperaturas febriles:
- Los patógenos se replican más lentamente.
- Las células del sistema inmunitario (linfocitos, macrófagos) se vuelven más rápidas y eficientes.
- Se activa mejor la producción de anticuerpos.
- Los mecanismos de reparación y limpieza celular funcionan a toda velocidad.
O sea, la fiebre es como subir la dificultad de la partida para el enemigo, mientras tú desbloqueas estrategias defensivas.
Y ahora que ya sabemos que la fiebre no es un castigo, sino un plan maestro del sistema inmune… toca resolver la otra gran pregunta:
¿Si es buena entonces por qué tengo que controlar que no suba demasiado?
La fiebre es buena… pero solo hasta cierto punto. Igual que el chocolate, la cerveza o meterse en TikTok “un momentito”.
Tu cuerpo sube la temperatura para ponerle las cosas difíciles a los enemigos, pero si se pasa, empieza a perjudicarte a ti también. Porque, aunque el sistema inmune es un genio, no es precisamente el rey de la moderación, y va a continuar subiendo lo que sea necesario para combatir la infección con la que está luchando.
A partir de unos 39–40 °C, las proteínas y las células empiezan a volverse un poco erráticas: se desordenan, dejan de funcionar bien y tu organismo entra en un terreno peligroso, pudiendo llegar a convulsionar y morir.
Entonces… ¿cuál es el límite razonable?
- Fiebre útil: 38–39 °C → el sistema inmune celebra, sudas un poco y sigues vivo
- Fiebre demasiado alta: ≥ 40 °C → Empiezan los problemas serios, acude al hospital rápidamente si no consigues que baje.
- Por encima de 41 °C → Riesgo vital elevado
A partir de los 40 °C, las proteínas empiezan a deformarse y dejan de funcionar correctamente, las neuronas se vuelven más sensibles (riesgo de convulsiones) y los órganos pierden eficiencia. Es el punto en el que la fiebre deja de ser una defensa y empieza a convertirse en un problema real para el cuerpo.
Por encima de 41 °C, el cerebro entra en zona roja: aumenta el riesgo de convulsiones graves, las enzimas dejan de funcionar, los tejidos pueden empezar a dañarse y el corazón tiene que trabajar al límite. Aquí la fiebre ya no es una defensa… es un incendio interno que hay que apagar sí o sí con ayuda médica urgente.
Además, las personas más vulnerables (bebés pequeños, mayores, gente con enfermedades crónicas, embarazadas…) no pueden permitirse esas temperaturas tan altas, porque su cuerpo tiene menos margen para jugar a los superhéroes.
¿Qué es lo que realmente te puede matar con una fiebre extrema?
Cuando la temperatura se dispara más allá de los 41–42 °C, el cuerpo deja de poder controlar el incendio. Las enzimas y proteínas empiezan a deformarse, así que las células ya no funcionan. El cerebro es el primero en derrumbarse: aparecen convulsiones, edema y fallo neurológico grave. Y si el calor sigue subiendo, el corazón y los órganos esenciales se quedan sin energía, ya que el corazón se agota y la presión sanguínea se derrumba, llevando a un colapso en cadena que se conoce como fallo multiorgánico.
No te mata la infección… te mata tu propio fuego interno fuera de control.
¿Y por qué los bebés y niños son tan explosivos con la fiebre?
Porque su sistema de control de temperatura es como una app en versión beta: funciona… pero a veces se cuelga.
En los adultos, el hipotálamo ya es un ingeniero veterano, sabe regular la temperatura con bastante precisión. En los peques, en cambio:
- El hipotálamo aún está madurando → regula con menos fineza
- Su superficie corporal es mayor en proporción a su tamaño → ganan y pierden calor más rápido
- Su sistema inmune reacciona a lo grande → cuando detecta un virus, le da al botón de subir temperatura hasta el tope
Resultado: la fiebre les sube más deprisa y más alto.
Y si el salto de temperatura es muy brusco, puede ocurrir algo que asusta muchísimo: las convulsiones febriles.
Estas convulsiones suelen ser breves y no dejan secuelas, pero claro, ver a tu peque convulsionar es una de esas experiencias que te baja la vida en 5 años del susto.
Por eso, en niños:
- Hay que vigilar más de cerca la fiebre
- Bajar la temperatura si se dispara o sube rápido
- Y siempre consultar si hay convulsiones, fiebre que no se controla, o si son muy pequeños (menos de 3–6 meses)
Ahora sí, por qué entonces sube la temperatura por la tarde-noche?
Primero, necesitamos hablar de algo que tu cuerpo hace todos los días sin pedir permiso: seguir un ritmo circadiano. Es un reloj interno que decide a qué hora debes despertarte, cuándo te entra el hambre, cuándo debes dormir… y cómo se comporta tu sistema inmune a lo largo del día.
El gran director de esta orquesta es el hipotálamo, y una de sus herramientas favoritas se llama cortisol: una hormona de la que ya hemos hablado bastante en Science Driven que por la mañana está alta (te activa, te pone en “modo productivo”) y a medida que avanza el día va bajando hasta alcanzar niveles mínimos por la noche y se pueda inducir el sueño. Lo que se conoce como el ciclo del cortisol.
¿Y qué tiene que ver el cortisol con la fiebre? Muchísimo.
Día: supervivencia
Con el cortisol alto:
- Se frena la inflamación
- El sistema inmune está tranquilo
- Prioridad: que te mantengas funcional, te muevas, trabajes, no colapses
Tu cuerpo piensa:
“Tenemos que sobrevivir al día, no podemos estar luchando como locos mientras tú intentas vivir tu vida.”
Noche: modo guerra
Cuando baja el cortisol:
- Se liberan más citocinas inflamatorias
- Los pirógenos están más activos
- El termostato interno sube el punto de ajuste
- El sistema inmune dice: “Ahora sí, al ataque”
¿Por qué justo de noche?
Porque cuando duermes, no estás distrayendo al sistema con caminar, pensar, comer, hacer scroll infinito… Es el momento perfecto para invertir energía en reparar y destruir patógenos sin interrupciones.
No es que el virus haya dicho: “vamos a fastidiar más por la noche”. Es tu sistema inmune eligiendo su mejor horario para pelear. Tu cuerpo sabe perfectamente qué hora es… y aprovecha la oscuridad para volverse un ninja inflamatorio.
Así que sí: cuando estás intentando dormir, la fiebre aprovecha para hacer horas extra.
¿Cómo funcionan los medicamentos para bajar la fiebre?
Ahora que ya sabemos que la fiebre es una estrategia del cuerpo, toca hablar del plan B: cómo ayudar a tu cuerpo cuando se pasa de intensidad.
Los medicamentos que bajan la fiebre se llaman antipiréticos, y su truco es bastante elegante: bloquean las señales químicas que le dicen al hipotálamo que suba la temperatura. En concreto, frenan la producción de prostaglandinas, esas moléculas que mantienen la fiebre en lo alto. Si las prostaglandinas bajan → el termostato cerebral baja → tu cuerpo deja de calentar.
Los dos reyes de la fiesta: paracetamol e ibuprofeno
| Medicamento | Cómo actúa | Cuándo conviene |
|---|---|---|
| Paracetamol | Baja la fiebre y alivia el dolor, actuando en el sistema nervioso | Fiebre con dolor de cabeza, niños, cuando no hay inflamación |
| Ibuprofeno | Además de antipirético, es antiinflamatorio (AINE) | Hay inflamación visible: garganta hinchada, musculatura muy dolorida |
¿Cuál es mejor?
No hay uno “campeón absoluto”: depende de tu situación.
- En bebés pequeños, suele preferirse paracetamol.
- En adultos con dolor e inflamación, ibuprofeno gana puntos. Incluso en ocasiones, se alternan ambos (habitual en niños).
Nunca los tomes “por si acaso”: la fiebre es útil mientras no se dispare.
Otros antipiréticos… menos clásicos
También existen medicamentos como el naproxeno, aspirina, ketoprofeno, metamizol… pero no son la primera opción para fiebre común, especialmente en niños (la aspirina, por ejemplo, puede causar el síndrome de Reye, que es un problema muy grave).
¿Y qué puedo hacer en casa cuando sube la fiebre?
Además de los medicamentos, hay tácticas muy sencillas para ayudar al cuerpo sin pelear contra su plan estratégico:
- Mantente bien hidratado, con fiebre pierdes agua fácil
- Ambiente fresco, nada de abrigarse como si fueras al Everest
- Duchas de agua tibia (32º - 36º) para bajar la temperatura y mejorar el malestar
- Ropa ligera y sábanas finas
- Compresas tibias (no heladas)
- Descansar, tu sistema inmune necesita energía
- Control de temperatura cada cierto tiempo
Evita duchas de agua fría (provocan vasoconstricción y pueden subir la fiebre), exceso de ropa o mantas y automedicarte antibióticos porque sí, no bajan la fiebre, solo sirven para infecciones bacterianas y cada bacteria tiene un antibiótico específico, no vas a acertar.
¿Cuándo hay que ir al médico sí o sí?
- Fiebre > 40 ºC o que no baja con antipiréticos
- Convulsiones, confusión o desmayos
- Dificultad para respirar
- Signos de deshidratación grave
- Bebés < 3 meses con fiebre (urgencia directa)
- Si dura más de 3 días sin explicación
Conclusión
La fiebre, en realidad, es un síntoma que nos avisa y un mecanismo que nos protege, hay que dejarla trabajar pero sin que se convierta en el villano de la historia.
Nuestro cuerpo es más listo de lo que parece… solo tenemos que ayudarle a no quemarse en el intento.