
¿Hasta dónde obedecerías una orden?
Mike MunayCompartir
Imagina esta escena:
Una habitación blanca. Un hombre con bata. Un escritorio. Un par de electrodos. Frente a ti, al otro lado de un cristal, un desconocido se retuerce de dolor. Grita. Suplica. Golpea la pared. Te pide que pares.
Pero tú no te mueves. Porque alguien, con voz calmada y autoridad absoluta, te dice:
"Continúe, por favor."
¿Lo harías? ¿Pulsarías el botón otra vez? ¿Hasta qué punto estás dispuesto a hacer daño a otro ser humano… solo porque te lo han ordenado?
No necesitas ser un monstruo para hacer cosas monstruosas. Solo necesitas obedecer.
El experimento Milgram: Cuando la obediencia supera a la moral
A principios de los años 60, el psicólogo Stanley Milgram, profesor en la Universidad de Yale, formuló una pregunta inquietante:
¿Somos capaces de cometer atrocidades solo por obedecer órdenes?
La chispa que encendió su curiosidad fue el juicio de Adolf Eichmann, uno de los arquitectos de la Solución Final nazi. Eichmann no se consideraba un monstruo. No parecía sádico ni perverso. Se describía a sí mismo como alguien que simplemente "cumplía órdenes". Milgram quiso poner a prueba esa afirmación.
Diseñó un experimento tan sencillo como perturbador.
¿Cómo funcionaba?
- Se convocaba a voluntarios (hombres comunes, de entre 20 y 50 años) bajo la premisa de participar en un estudio sobre memoria y aprendizaje.
- Al llegar, se les presentaba a un segundo participante (que en realidad era un actor). Se sorteaban los roles: maestro y alumno. El sorteo estaba amañado: el voluntario siempre era el maestro.
- El maestro debía leer una serie de pares de palabras al alumno. Si el alumno cometía un error, el maestro debía administrarle una descarga eléctrica creciente: empezando por 15 voltios hasta llegar a los 450 voltios.
- El alumno estaba en otra habitación, fuera de vista. Pero sus gritos eran pregrabados.
- A medida que las descargas subían, los gritos se intensificaban. En un punto, el alumno suplicaba que lo soltaran. Luego, dejaba de responder.
- Si el maestro dudaba, el experimentador, con bata blanca y tono sereno, le decía frases como:
-
- "Continúe, por favor."
- "Es esencial para el experimento que continúe."
- "No tiene otra opción. Debe continuar."
¿Qué estaba realmente en juego?
No había descargas reales. Pero el voluntario no lo sabía. Y lo más importante: la prueba no era del alumno, sino del maestro.
La obediencia a la autoridad, incluso cuando entra en conflicto con la conciencia, era el verdadero objetivo.
¿Qué resultados esperaban?
Milgram consultó a un grupo de psicólogos, que estimaron que menos del 1% llegaría a aplicar la descarga máxima.
La realidad fue devastadora:
65% de los participantes aplicaron los 450 voltios.
Casi todos mostraron signos de estrés extremo: sudor, tartamudeo, risas nerviosas, temblores. Pero siguieron. Porque alguien con autoridad se lo pidió.
Casos reales: Cuando la teoría cobra vida
El experimento de Milgram fue replicado, reformulado, y reinterpretado múltiples veces. Lo inquietante es que los resultados se repiten.
1. La réplica televisada (2009): "Le Jeu de la Mort" – Francia
Un documental francés recreó el experimento en el contexto de un programa de concursos ficticio.
¿La diferencia? Esta vez, la autoridad no era un científico, sino un presentador de televisión.
Los resultados fueron idénticos.
80% de los participantes llegaron hasta el final. Las luces, el público, la presión del espectáculo… todo empujaba a obedecer.
2. Burger et al. (2006) – Réplica moderna
El psicólogo Jerry Burger repitió el experimento, adaptándolo a normas éticas más estrictas.
Solo permitió llegar hasta los 150 voltios (punto donde el actor gritaba que quería parar).
Aun así, 70% de los participantes mostraron intención de continuar más allá.
Las tendencias eran consistentes con el experimento original.
3. En la vida real: Guerras
Los abusos cometidos por soldados cuando capturan soldados enemigos o contra la población civil son un ejemplo brutal del poder de la obediencia y la deshumanización.
Imágenes de prisioneros y civiles humillados, torturados y violados por soldados que luego afirmaron estar simplemente "siguiendo órdenes" recuerdan de forma escalofriante las conclusiones de Milgram.
Conclusiones del experimento
El experimento de Milgram no solo reveló un lado oscuro de la naturaleza humana: nos obligó a enfrentarlo cara a cara.
- La mayoría de las personas obedecerá órdenes, incluso si eso implica causar daño, siempre que la figura de autoridad parezca legítima.
- La presión del entorno supera a la moral personal. No somos tan independientes como creemos: el entorno moldea nuestras decisiones más de lo que admitimos.
- La obediencia no requiere crueldad consciente. Basta con no cuestionar.
- Nadie está completamente a salvo. Ni el nivel educativo, ni la profesión, ni la edad protegieron a los participantes de cometer actos que, en frío, jamás justificarían.
Reflexión sobre el experimento y la sociedad
Milgram levantó un espejo incómodo frente a la sociedad. Lo que reflejaba no era una anomalía, sino una verdad universal:
El peligro no reside solo en los líderes autoritarios, sino en los ciudadanos obedientes.
Vivimos tiempos en los que el poder, sea político, mediático o corporativo, ejerce influencia de formas cada vez más sofisticadas. Y la obediencia, más que una virtud, puede convertirse en un arma de doble filo.
Cuando las estructuras sociales premian la conformidad, castigan la disidencia y disfrazan la autoridad de neutralidad, el experimento de Milgram no parece un vestigio del pasado. Parece un guion del presente.
La verdadera enseñanza del experimento no está en los 450 voltios. Está en nuestra capacidad (o incapacidad) de decir “no” cuando la ética lo exige.
Referencias
Milgram, S. (1963). Behavioral Study of Obedience. Journal of Abnormal and Social Psychology, 67(4), 371–378. https://doi.org/10.1037/h0040525
Milgram, S. (1974). Obedience to Authority: An Experimental View. Harper & Row.
Burger, J. M. (2009). Replicating Milgram: Would people still obey today? American Psychologist, 64(1), 1–11. https://doi.org/10.1037/a0010932
Beauvois, J.-L., Courbet, D., & Oberlé, D. (2012). The prescriptive power of the television host: A transposition of Milgram’s obedience paradigm to the context of TV game show. European Review of Applied Psychology, 62(2), 111–119.
Zimbardo, P. G. (2007). The Lucifer Effect: Understanding How Good People Turn Evil. Random House.
3 comentarios
We’re living in a damn dystopia
We’re living in a damn dystopia
Excelente artículo, a simple vista todos estamos sometidos a una autoridad casi siempre, en casa, trabajo, religión; etc y CONFIAMOS en q esa autoridad tiene la razón. Debemos poner delante NUESTRA CREENCIA, CRITERIO Y VOLUNTAD💪. Gracias y sigan instruyéndonos cada día👍👌👏👏👏👏👏👏