Qué hacer si estás teniendo un infarto: Una aspirina lo cambia todo

Qué hacer si estás teniendo un infarto: Una aspirina lo cambia todo

Mike Munay

Primero fue un cosquilleo extraño en el brazo izquierdo. Nada grave, pensó. Pero enseguida llegó la presión en el pecho, como si alguien hubiera decidido sentarse sobre él.

El aire empezó a escasear, cada respiración más corta que la anterior, y un sudor frío le empapó la frente aunque estaba quieto. De repente, el miedo apareció sin invitación: esa certeza instintiva de que algo estaba terriblemente mal. No era cansancio, no era una simple indigestión.

El corazón estaba lanzando un grito desesperado.

Un infarto puede presentarse de muchas formas distintas, algunas obvias y otras tan sutiles que engañan. Hoy voy a contarte cómo detectar esas señales y, sobre todo, qué hacer para reaccionar a tiempo y salvar la vida.

Pero antes de de hablar sobre los síntomas, vamos a hablar sobre que es un infarto.

¿Qué es un infarto y qué lo provoca?

Un infarto de miocardio ocurre cuando el flujo de sangre que alimenta al corazón queda bloqueado de manera repentina. El culpable casi siempre es una arteria coronaria obstruida por una placa de grasa, colesterol y otras sustancias que, con el tiempo, se han ido acumulando en sus paredes. Estas placas de colesterol se llaman ateromas. Cuando esa placa se rompe, se forma un coágulo que actúa como un tapón, cortando el paso de oxígeno al músculo cardíaco.

Ahora bien, ¿por qué se rompe una placa? No es cuestión de azar. Las paredes de las arterias están sometidas a una presión constante y, cuando una placa se vuelve inestable, bien porque su cubierta es delgada o bien porque la inflamación debilita su estructura, basta un aumento de tensión arterial, un esfuerzo físico intenso o incluso una descarga de adrenalina por estrés para que esa fina capa se desgarre. En ese instante, la sangre entra en contacto con el interior graso de la placa y el cuerpo reacciona como si hubiera una herida: activa las plaquetas para coagular. Pero en lugar de proteger, ese coágulo sella la arteria y desata el infarto.

El resultado es dramático: las células del corazón comienzan a morir en cuestión de minutos. Cuanto más se retrase la atención médica, mayor será el daño al tejido cardíaco y menor la capacidad de recuperación.

Pero la placa no aparece de la nada. La presión arterial alta, el colesterol elevado, el tabaquismo, la diabetes, el sedentarismo o incluso el estrés crónico son piezas del rompecabezas que hacen más probable que esa arteria termine cerrándose en el peor momento. En otras palabras: el infarto no surge de golpe, sino que es la consecuencia de años de hábitos y factores de riesgo acumulados que, en un instante, se convierten en una emergencia vital.

¿En qué casos el infarto no se produce por una obstrucción de una arteria coronaria?

Aunque la gran mayoría de infartos vienen de un atasco coronario clásico, no todos siguen ese guion. Aquí tienes los principales escenarios donde el origen es diferente:

  • Espasmo coronario (angina de Prinzmetal): la arteria no está bloqueada por una placa, sino que se contrae de golpe y cierra el paso de la sangre. Puede durar minutos y provocar un infarto incluso en arterias que parecen “limpias” en las pruebas. Ocurre generalmente por la noche y en reposo.
  • Disección coronaria espontánea (SCAD): la pared de la arteria se desgarra desde dentro y la sangre se filtra en la pared, creando un “falso canal” que comprime el verdadero. Es poco frecuente, pero aparece sobre todo en mujeres jóvenes y sanas, muchas veces tras el parto.
  • Trombosis sin placa previa: en algunos casos, un coágulo se forma en la coronaria por alteraciones de la coagulación, sin necesidad de que exista una placa de ateroma inestable.
  • Embolia coronaria: un coágulo o fragmento de grasa que se originó en otra parte del cuerpo viaja y termina alojándose en la arteria coronaria.
  • Infarto tipo 2 (desequilibrio entre oferta y demanda de oxígeno): no hay bloqueo físico, pero el corazón necesita más oxígeno del que recibe. Puede ocurrir con una anemia grave, arritmias muy rápidas, crisis de asma severas o incluso con hipotensión prolongada.

¿Qué síntomas tiene y cómo detectar que se está sufriendo uno?

Un infarto no siempre golpea con el clásico dolor en el pecho que todos imaginamos. A veces se disfraza: un ardor que parece indigestión, un mareo que no encaja, un cansancio repentino sin explicación. Esa ambigüedad es lo que lo hace tan peligroso. Reconocer las señales, incluso las más sutiles, puede marcar la diferencia entre pedir ayuda a tiempo o perder minutos vitales.

Síntomas principales y muy frecuentes

  • Dolor o presión intensa en el centro del pecho, que puede durar más de unos minutos o desaparecer y volver. Es un dolor MUY intenso que es difícil confundir con otra cosa.
  • Dolor que se irradia al brazo izquierdo, hombros, cuello, mandíbula, espalda o incluso al estómago.
  • Falta de aire, incluso en reposo.
  • Sudor frío y repentino.
  • Náuseas, vómitos o mareos acompañados de malestar torácico.

Síntomas secundarios (menos típicos, pero posibles)

  • Fatiga inusual, sin esfuerzo previo (común en mujeres).
  • Indigestión persistente o dolor abdominal que no mejora con antiácidos.
  • Palpitaciones o sensación de latidos irregulares.
  • Dolor localizado solo en la mandíbula, la espalda o ambos brazos sin dolor en el pecho.
  • Ansiedad intensa o una sensación inexplicable de “muerte inminente”.
  • Ganas intensas de defecar o diarrea repentina: una respuesta vagal que, combinada con dolor torácico o sudor frío, puede ser un signo de alarma.

Los síntomas pueden variar según la persona: en mujeres, adultos mayores y diabéticos, a veces aparecen formas atípicas, con más cansancio, mareo o falta de aire que dolor torácico. Por eso la regla de oro es clara: ante la duda, tratarlo como un infarto hasta que un médico demuestre lo contrario.

¿Como sobrevivir al infarto?

Cuando el corazón lanza la alarma, cada minuto cuenta. No es momento de dudar ni de buscar excusas: la reacción inmediata puede marcar la diferencia entre la vida y la muerte.

Protocolo en 5 pasos para sobrevivir a un infarto:

  • Llamar de inmediato a emergencias (112 en España): no intentes “aguantar” ni esperar a ver si se pasa. Cada segundo sin asistencia aumenta el daño al corazón.
  • No conducir por tu cuenta: el riesgo de perder el conocimiento al volante es altísimo. Espera a la ambulancia o pide ayuda a alguien cercano.
  • Permanecer en reposo absoluto: siéntate o túmbate en una posición cómoda, manteniendo la calma lo máximo posible. No intentes caminar ni hacer esfuerzos.
  • Tomar una aspirina (si no eres alérgico ni tienes contraindicaciones): masticarla ayuda a que actúe más rápido y reduce la formación del coágulo.
  • Avisar a alguien de confianza: si estás solo, abre la puerta de casa y mantén el teléfono a mano para que los servicios de emergencia puedan acceder rápidamente.

Un infarto no es el momento de heroicidades ni de minimizar síntomas. La única decisión inteligente es reconocer el peligro y actuar con rapidez.

¿Por qué una aspirina?

La aspirina (ácido acetilsalicílico) no es magia, es química puesta a trabajar a contrarreloj. Cuando una placa coronaria se rompe y se forma un coágulo, las plaquetas (esas pequeñas células de la sangre encargadas de taponar heridas) se activan en masa. Se agrupan, se pegan entre sí y construyen un tapón que bloquea la arteria coronaria. El problema es que, en el contexto de un infarto, ese tapón no salva, sino que mata.

Aquí entra en juego la aspirina. Este fármaco bloquea de manera irreversible una enzima clave de las plaquetas (ciclooxigenasa-1, COX-1). Al hacerlo, impide que fabriquen tromboxano A₂, una molécula que actúa como señal de alarma y que normalmente hace que las plaquetas se agreguen unas con otras. Dicho en sencillo: la aspirina desarma a las plaquetas y evita que el coágulo siga creciendo.

Ahora bien, la forma de tomarla también importa. Si tragas una pastilla entera, debe pasar por el estómago, llegar al intestino delgado y luego absorberse en la sangre. Ese proceso puede tardar entre 20 y 40 minutos. En cambio, cuando se mastican o muelen los comprimidos, la aspirina se libera de inmediato y parte de ella se absorbe directamente a través de la mucosa oral y gástrica, que están muy vascularizadas. Esto hace que los niveles efectivos en sangre se alcancen mucho más rápido: en cuestión de 5 a 10 minutos, la aspirina ya está bloqueando plaquetas.

Por eso la recomendación es clara: en caso de infarto, si no hay contraindicaciones y el médico lo ha indicado previamente como medida de emergencia, mastica la aspirina antes de tragarla. No va a disolver el coágulo que ya existe (eso requiere tratamiento hospitalario), pero puede frenar su crecimiento y dar tiempo a que llegue la ayuda.

Un detalle clave: no todas las personas deben tomar aspirina sin indicación médica previa. Alergias, úlceras activas o trastornos hemorrágicos pueden volverla peligrosa. Por eso este paso siempre debe ir acompañado de la llamada a emergencias.

Mitos y curiosidades sobre los infartos

  • Mito: “Si siento dolor en el pecho pero se me pasa en unos minutos, no puede ser un infarto.”
    Realidad: los síntomas pueden aparecer y desaparecer. El dolor intermitente también puede ser un aviso de infarto inminente. Nunca hay que ignorarlo.
  • Mito: “Si estoy solo y me da un infarto, toser fuerte puede salvarme.”
    Realidad: la llamada “resucitación con tos” solo tiene sentido en un hospital, bajo monitorización médica y en casos de arritmias. En un infarto real fuera del hospital, toser no desbloquea la arteria ni detiene el daño.
  • Mito: “Los infartos solo afectan a personas mayores o con sobrepeso.”
    Realidad: aunque la edad y el sobrepeso aumentan el riesgo, también pueden presentarse en personas jóvenes y aparentemente sanas, especialmente si hay factores como el tabaco, la hipertensión, la diabetes o la lipoproteína(a) elevada.
  • Mito: “El dolor siempre es en el lado izquierdo del pecho.”
    Realidad: el dolor puede sentirse en el centro, en el lado derecho, irradiar al cuello, la mandíbula, la espalda o incluso manifestarse como malestar abdominal.
  • Mito: “El infarto es cosa de hombres, a las mujeres casi no les pasa.”
    Realidad: los infartos son una de las principales causas de muerte en mujeres. Muchas tienden a minimizar síntomas porque creen que es una “enfermedad de hombres”, y eso retrasa la atención médica. Además, en mujeres los síntomas atípicos (cansancio extremo, falta de aire, dolor en la espalda o mandíbula) son más frecuentes.
  • Mito: “Todos los infartos duelen.”
    Realidad: en personas con diabetes, los infartos pueden presentarse sin dolor típico en el pecho. La neuropatía diabética afecta a los nervios que transmiten el dolor, lo que enmascara los síntomas. En estos casos, la falta de aire, el cansancio extremo o el sudor frío pueden ser las únicas señales.
  • Mito: “Los infartos aparecen de repente, sin previo aviso.”
    Realidad: muchos infartos están precedidos por episodios de angina de pecho: dolor o presión torácica durante el esfuerzo o el estrés que puede aparecer días o semanas antes. Son señales de alarma que la gente suele minimizar o confundir con cansancio o indigestión, hasta que finalmente desembocan en un infarto completo.
  • Mito: “Si es un ataque de pánico o ansiedad, no pasa nada.”
    Realidad: los síntomas de un infarto y los de una crisis de ansiedad pueden ser muy parecidos: dolor en el pecho, falta de aire, palpitaciones, mareo. Pero mientras la ansiedad no mata, el infarto sí. Por eso, ante la duda, lo correcto siempre es acudir al médico o llamar a emergencias. Es preferible que te digan que “solo” era ansiedad a arriesgarte a no tratar un infarto.
  • Curiosidad: algunas personas durante el infarto tienen síntomas inesperados como ganas intensas de defecar o una sensación súbita de muerte inminente. No son los más comunes, pero están documentados.
  • Curiosidad: la rapidez con la que se actúa es determinante. Se habla de la “hora de oro”: los primeros 60 minutos desde que aparecen los síntomas son críticos para la supervivencia y la recuperación.
  • Curiosidad: el riesgo cardiovascular no se reparte igual a lo largo del día: los infartos son más frecuentes en la franja de 6 a 12 de la mañana, cuando el organismo libera más adrenalina y cortisol, aumentando la presión arterial y la demanda de oxígeno del corazón. Por eso el momento más frecuente para sufrir un infarto es el lunes por la mañana, cuando el estrés de la semana laboral y el pico de cortisol se combinan con mayor riesgo cardiovascular.

Reflexión final: La salud cardiovascular

Un infarto es la cara más brutal de una verdad incómoda: el corazón nunca olvida cómo lo tratamos. Cada cigarrillo, cada noche sin descanso, cada plato cargado de grasas malas deja una huella silenciosa en las arterias. Y aunque la medicina nos ha dado herramientas para responder en la emergencia —como la aspirina, los desfibriladores o la cirugía—, la realidad es que la mejor forma de sobrevivir a un infarto es no tenerlo nunca.

La prevención es el remedio más poderoso. El ejercicio regular mantiene las arterias flexibles y al corazón fuerte. No se trata solo de correr: los entrenamientos de fuerza son igual de importantes, porque ayudan a controlar la glucosa, el peso y la presión arterial. A eso se suma una dieta equilibrada, rica en frutas, verduras, legumbres, pescado y frutos secos, con menos ultraprocesados y azúcares.

Hay factores silenciosos que también cuentan. La lipoproteína(a), de la que ya hemos hablado en otro artículo, es un marcador genético que multiplica el riesgo cardiovascular y que todavía se pasa por alto en muchos chequeos. Conocer sus niveles es una herramienta de prevención potente.

No olvidemos tampoco al enemigo invisible: el estrés crónico. La tensión emocional sostenida eleva la presión arterial, altera el ritmo cardíaco y debilita la salud vascular. Y, como curiosidad que debería hacernos pensar, el momento más probable de la semana para sufrir un infarto es el lunes por la mañana, cuando la descarga de cortisol y la vuelta al estrés laboral golpean con más fuerza.

El corazón es un motor incansable, pero también vulnerable. No espera eternamente. Y justo ahora, en la semana del Día Mundial del Corazón, vale la pena recordarlo: no hay excusa más grande que la vida misma para cuidarlo.

Anexo: Números internacionales de emergencias

Recordar el número de emergencias es tan importante como conocer los síntomas. No siempre es el mismo en todos los países, y puede marcar la diferencia si el infarto ocurre lejos de casa.

  • Unión Europea: 112
  • Estados Unidos y Canadá: 911
  • Reino Unido: 999 (aunque también funciona el 112)
  • Australia: 000 (y el 112 desde móviles)
  • México: 911
  • Brasil: 192 (SAMU)
  • Argentina: 107 en muchas provincias, 911 en otras
  • Perú: 106 (ambulancias), en algunas zonas ya 911
  • Chile: 131 (SAMU)

📌 Consejo viajero: siempre guarda en tu móvil el número de emergencias médicas del país en el que te encuentres. Nunca sabes cuándo lo puedes necesitar.

Regresar al blog

1 comentario

Un artículo muy interesante y con muchos datos de ayuda .Siempre está bien que alguien de vez en cuando nos de un toque y nos invite a pensar y reflexionar que nuestro corazón hay que cuidarlo porque es para toda la vida.

Nune

Deja un comentario

Y se acabó el artículo :(

Esperamos que te haya gustado y que hoy sepas un poquito más de ciencia.

No te olvides de seguirnos en nuestras redes sociales para enterarte de cuando sale cada artículo nuevo.

https://www.linkedin.com/company/the-science-driven-company/

https://www.instagram.com/science.driven

https://www.tiktok.com/@science.driven

https://www.youtube.com/@Science.Driven